miércoles, 21 de diciembre de 2011

Una vez finalizados los tres días...

Tras estos tres días habrá personas que no cambiarán para nada sus hábitos, habrá personas que seguirán viendo con los mismos ojos cosas tan elementales como la comida. Personalmente estos tres días han hecho mella en mí. No voy a volver del mismo modo la serie de privilegios que tengo. Valorar la ducha con agua caliente, valorar la comida, valorar el poder dormir en una cama caliente, valorar el tener un lugar para mí, valorar muchas cosas.

Espero que estos tres días sirvan de algo más que la ayuda proporcionada. Repito, esta ayuda ha sido muy importante, pero no nos podemos quedar aquí. No puede ser una anécdota más en nuestras vidas. Esta experiencia debe significar para nosotros el cambio. Debemos cambiar tantas cosas... Espero no ser el único que no sea el mismo antes y después de los tres días vividos en el Banco de alimentos.

Tercer día...

El tercer y (lamentablemente) el último día considero que ha sido es más productivo. No sabría decir la cantidad exacta de comida que se ha clasificado y empaquetado, sólo puedo decir que ha sido una cantidad exageradamente grande y abundante de comida. La mañana no ha tenido ningún tipo de descanso. Al llegar hemos saludado al personal que ya conocíamos de los días anteriores y nos hemos puesto el peto amarillo de voluntario. Durante dos horas, que al final se nos han hecho cortas, hemos estado clasificando todo tipo de alimentos. Desde comida de bebé hasta turrones. Todo tenía un lugar al que debía ser mandado, ya que aún habiendo más de un millón de quilos de comida, un sesenta por ciento de la población del cuarto mundo cercano a nosotros pasa hambre. He dicho que se nos han hecho cortas porque en el momento en que debíamos irnos no queríamos dejar el trabajo a medio hacer. Creo que el problema es que siempre hay trabajo en el Banco de alimentos porque la gente no deja de pasar hambre aunque sea la hora del descanso, la hora de marchar a casa de los voluntarios... Por mucho que hagamos, siempre habrá mucho trabajo por hacer. Por supuesto que me he sentido satisfecho hoy al salir del Banco de alimentos, pero realmente siento lástima por aquellas personas que no podrán celebrar dignamente la Navidad.

El segundo día...

Al final del segundo día me sentí útil, no porque considerara que lo hecho hasta el momento fuera perder el tiempo, sino porque sabía que lo que había hecho ayudaría a muchas personas.

Procedo a explicar lo realizado durante la segunda jornada: Llegamos al Banco de alimentos con la clara intención de mejorar el rendimiento del primer día. Se pidió cuatro voluntarios para clasificar las cajas procedentes de las donaciones de diferentes colegios y rápidamente nos mostramos interesados tres compañeros y yo. Durante las siguientes dos horas deshicimos cajas con cientos de quilos de alubias, pasta y arroz. Tuvimos que hacer cajas de entre quince y veinte quilos de cada uno de estos tres tipos de alimentos. Al acabar contamos 450 cajas (entre cinco personas) de un peso aproximado de 17 y 18 quilogramos. Si se hace el cálculo, son más de ocho mil quilos de comida entre cinco personas en dos horas. Ahora mismo mi espalda es la única que tiene algún problema, porque yo me sentí realmente satisfecho tras la segunda jornada.

El primer día...

En el primer día se distribuyeron los tres diferentes grupos. Los que irían al Banco de alimentos, los de los comedores de la Madre Teresa y el grupo del Cottolengo. Pensé que al ser tan grande el número de voluntarios necesarios en el Banco de alimentos y tan pocos los necesarios en los otros dos grupos, sería mejor que fuera al Banco de alimentos durante los tres días. No es nada en contra de las otras dos opciones, sólo que yo ya había ido al Cottolengo en otras ocasiones. Decidí ceder mi lugar a aquellas personas que nunca hubieran tenido la oportunidad de ir.

La primera jornada fue un poco introductoria. Nos enseñaron las instalaciones y nos explicaron cómo funcionaban. Tras la explicación comenzamos con las bañeras, unas cajas de unos quinientos quilos de comida que necesitaban ser clasificadas. Estubimos durante una hora clasificando sin parar cajas y cajas de comida. A la hora de marcharnos nos dijeron el número de quilos de alimentos clasificados y todos nos sentimos orgullosos de haber contribuido en lo posible. Cinco mil quilogramos demuestran que somos capaces cuando queremos.

El antes...

Todo comenzó el jueves 15 de diciembre en el Colegio Montserrat. Todos los alumnos de bachillerato éramos más o menos conscientes de lo que se nos iba a proponer: Un workshop. La duda residía en el objetivo concreto de este workshop (un curso de fotografía, ayudar en una ong, algún tipo de curso formativo...). Personalmente creo que de todas las opciones que había, se escogió la mejor.

Un hombre de mediana edad con la cara iluminada de felicidad nos presentó un mundo cuyo significado pudimos intuir: el cuarto mundo. El cuarto mundo son todas aquellas personas residentes en el primer mundo que no tienen lo suficiente como para vivir dignamente. Actualmente en Barcelona se han recogido un millón doscientos mil quilos de comida para este cuarto mundo, triplicando contra pronóstico la recaudación de años anteriores. Lo que este hombre nos pidió fue ayuda para poder clasificar y repartir esta comida, tan necesaria y agradecida por las familias.

No solo se nos presentó esta oportunidad, ya que hubo otras dos propuestas. La segunda fue el poder colaborar en los comedores de la madre Teresa de Calcuta, donde necesitan nuestra ayuda para poder repartir la comida diaria a cientos de personas.

Para finalizar, la tercera propuesta fue la más conocida por todos nosotros, una propuesta que ya esperábamos y que creemos muy gratificante. Colaborar en el Cottolengo es una tarea que personalmente conozco, y debo decir, muy dura.